Desarrollo conductual del perro

La conducta canina se refiere al conjunto de comportamientos y actitudes que los perros muestran en respuesta a su entorno, sus experiencias y su instinto. El desarrollo de la conducta de un perro es un proceso dinámico y complejo que va sufriendo sucesivos cambios a lo largo de toda su vida, desde antes del nacimiento hasta su muerte. Sin embargo, existen determinados momentos en los que esos cambios que se producen tienen una mayor implicación en el conjunto de la vida del animal.

El periodo más importante en este sentido se conoce como fase de desarrollo temprano y es el comprendido entre la concepción y la madurez sexual del perro, continuada por una etapa de adolescencia hasta que alcanza cierta madurez emocional.

  1. Prenatal (-63 – 0 días)
  2. Neonatal (0 – 2 semanas)
  3. De transición (2 – 3 semanas)
  4. De socialización (3 – 12 semanas)
  5. Juvenil (3 – 6 meses)
  6. Adolescencia (6 – 18 meses)

Estos periodos se caracterizan por una evolución de la conducta ligada al desarrollo sensorial y motor del perro.

A partir de la madurez sexual y, sobre todo, hasta que alcanzan lo madurez social (alrededor de los dos años), los cambios que se produzcan estarán influenciados mayoritariamente por factores sociales. Es en esta etapa donde tiene lugar el modelado de la conducta social tanto con otros animales como con personas. Resulta muy importante tener los conocimientos adecuados en educación y seguir la metodología más apropiada en la modificación conductual de ser necesario.

Después se produce una estabilización de la conducta con leves variaciones que se mantiene hasta la vejez del perro, donde pudieran darse cambios producidos primordialmente por la influencia de la degeneración propia de la edad.

Desarrollo temprano de la conducta

Periodo prenatal (-63 – 0 días)

La genética tiene un papel fundamental en el comportamiento del perro. Tengamos en cuenta la diversidad tan amplia de razas existentes, y las funcionalidades tan dispares que tienen su razón de ser de cada una de ellas, y nos podremos hacer una idea. Pero la conducta no sólo está influenciada por la raza, el equilibrio psicológico de cada progenitor, así como sus aptitudes son factores a tener en cuenta para conseguir una descendencia deseada también en estos términos.

En la actualidad existen numerosos estudios en mamíferos que demuestran que el estrés que sufre la madre durante la gestación influye en el desarrollo cognitivo de los fetos. Los corticosteroides segregados como respuesta al estrés por la madre pueden afectar al desarrollo del sistema nervioso del cachorro, provocando alteraciones en la reactividad emocional (mayor tendencia al miedo, a la ansiedad o a la agresividad) en su vida posterior. Por ello, resulta importante que durante la gestación, la madre sufra los menos cambios posibles y se encuentre en un entorno agradable para ella.

Periodo neonatal (0 – 14 días)

A su nacimiento, el perro, presenta un desarrollo nervioso, motor y sensorial incompleto. Su percepción del entorno está limitado a las sensaciones táctiles y al olfato.

Este periodo se caracteriza principalmente por el establecimiento de respuestas reflejas, como el reflejo de succión y el reflejo de arrastre. Los cachorros necesitan contacto físico y calor constante. Las experiencias de seguridad y protección que recibe junto a sus hermanos y su madre son vitales para su bienestar emocional en etapas posteriores.

Es recomendable la manipulación humana suave y delicada durante periodos breves con masajes y volteos cuidadosos, así como la exposición temprana y paulatina a sonidos suaves. Esta manipulación acelera la maduración del sistema nervioso y mejora significativamente su resistencia al estrés, produciendo una adaptación social y emocional que mejora su capacidad para la adaptación a diversos entornos. Hay que tener muy en cuenta que la manipulación en este periodo neonatal demasiado intensa y aplicando estímulos demasiado intensos por tiempos prolongados que estresen en demasía al cachorro puede ser contraproducente.

Periodo de transición (2 – 3 semanas)

En esta etapa se produce un cambio significativo en la transformación de los patrones de conducta del cachorro debido al desarrollo de los sentidos y la mejora de la capacidad motora. Aparece un comportamiento exploratorio que le ayuda a construir su conocimiento del medio y comienzan las primeras interacciones con sus hermanos de camada y sus cuidadores.

Periodo de socialización (3 – 12 semanas)

Esta etapa de la vida del cachorro se caracteriza por un rápido desarrollo de la conducta, especialmente en lo referente al comportamiento social.

Los cachorros se vuelven más curiosos y receptivos a sonidos olores y texturas. La exposición adecuada a gran variedad de estímulos contribuirá positivamente a su adaptación a distintos medios y a superar mejor el miedo a lo desconocido en etapas posteriores.

Durante esta etapa los cachorros aprenden habilidades sociales como el control de la mordida y la tolerancia a través de juegos con su madre y hermanos. Estas interacciones ayudan a desarrollar habilidades de autocontrol y a establecer jerarquías sociales que le ayudarán en un futuro a tener una buena comunicación con sus congéneres.

La interacción con personas es importante también en esta etapa para crear una asociación positiva con los humanos. Es aconsejable exponer al cachorro a diferentes personas de edades diferentes, diferentes tipos de ropa y sonidos humanos como voces y risas.

Todas estas interacciones y aprendizajes del cachorro durante este periodo influirán en su capacidad para manejar el estrés, desarrollar confianza y adaptarse a diferentes situaciones en la vida adulta. Una socialización deficiente o traumática puede dar lugar a comportamientos temerosos, agresivos o ansiosos en el futuro.

Desde mi experiencia considero que la edad óptima para la adopción del cachorro está entre las 8 y las 12 semanas de edad. Siempre y cuando el cuidador esté aportando al cachorro las experiencias que aquí menciono. El cachorro a esta edad ya está destetado y come alimento sólido.

Periodo juvenil (3 – 6 meses)

Este periodo abarca desde las doce semanas (3 meses) hasta la madurez sexual, la cual varía considerablemente según la raza y el tamaño, pero generalmente ocurre entre los 6 y los 12 meses. El cachorro experimenta unos cambios físicos, emocionales y sociables significativos. Es un momento crucial para consolidar su comportamiento, educación y relación con su entorno.

Es un periodo difícil donde el crecimiento que se produce del ejemplar, sobre todo en razas grandes y el aumento significativo de energía, se une a su afán por explorar y conocer el mundo que les rodea sobrepasando límites.

Se produce la dentición alrededor de los cuatro meses, prolongándose hasta los cinco o seis meses, junto a la actividad exploratoria oral, dando lugar a la conducta destructiva típica de los cachorros.

Las tareas complejas son difíciles de enseñar a esta edad debido a los periodos tan cortos durante los cuales el animal es capaz de mantener la atención. También se producen comportamientos desafiantes hacia su criador y congéneres relacionados con la madurez sexual como marcaje de territorio, montas y cambios en la interacción con otros perros.

Entre los cuatro y los seis meses o más (se trata de un periodo muy variable dependiendo de cuando se produce la madurez sexual de cada individuo) el cachorro atraviesa una etapa de temores repentinos y miedos que antes podían no molestarle. Es importante manejar adecuadamente estas situaciones con calma para no reforzar el miedo y permitirle al cachorro que recupere la confianza de manera gradual.

Se puede reforzar y afianzar comandos básicos a través de refuerzos positivos que permitan allanar el camino a un adiestramiento más avanzado posterior, usando técnicas de juego que ayuden a canalizar su energía, y fomenten el aprendizaje y el vínculo con su cuidador.

Es un periodo de desafíos en la educación del cachorro. Una inversión notable de tiempo y paciencia durante esta etapa garantizará que el perro crezca como un compañero equilibrado confiado y bien adaptado a diferentes situaciones y entornos. Es importante durante este tiempo el manejo adecuado de su energía y curiosidad junto con una continua sociabilización y disciplina.

Periodo de adolescencia (6 – 18 meses)

Una vez alcanzada la madurez sexual, se le considera un perro adulto, sin embargo, si tenemos en cuenta el aspecto conductual, todavía queda un periodo de un año aproximadamente en el cual el animal termina de establecer y madurar las relaciones sociales con las personas, los perros y otros animales, y con su entorno. Este periodo, como los otros, varía dependiendo de la raza de cada ejemplar. Puede decirse que las razas pequeñas tienden a madurar más rápido.

Sigue produciéndose un crecimiento considerable del perro que unido al aumento de energía puede traer problemas a los propietarios más inexpertos por falta de entendimiento con el animal, falta de necesidades básicas y/o disciplina. En esta etapa se producen comportamientos destructivos si el ejemplar no está adecuadamente estimulado o habituado a diferentes situaciones cotidianas.

Se debe continuar con la sociabilización supervisada, ya que debido a la madurez sexual y los cambios hormonales pueden producirse comportamientos que acarreen disputas con otros ejemplares. Considera que tu perro debe de comportarse y ser tolerante y respetuoso con personas y perros de su sexo y del contrario.

La consistencia y el buen hacer en la educación durante esta etapa resultan importantes. Puede ser un periodo desafiante, pero con un enfoque correcto, la adolescencia canina es una oportunidad para fortalecer el vínculo con el perro y guiarlo hacia un comportamiento equilibrado.

Conducta en la etapa adulta

El perro alcanza la madurez emocional entre los dos y los tres años. Su “personalidad” se vuelve más definida. Su comportamiento seguirá dependiendo de su raza, su entorno y de la socialización y educación que haya recibido en las anteriores etapas de su vida.

En esta etapa son emocionalmente más equilibrados, son menos propensos a reacciones exageradas y son menos impulsivos. Baja considerablemente la necesidad imperante de exploración que tenían antes.

Es muy probable que desarrollen un sentido más acentuado de territorialidad y de protección. Un comportamiento muy natural que debe de ser canalizado de manera adecuada para evitar problemas de agresión.

Aunque algunas razas tiendan a ser muy enérgicas durante toda su vida, en este periodo la energía debe de estar canalizada. Están más dispuestos a seguir comandos y colaborar con su guía en funciones de trabajo y/o de juego. Esto en gran medida se produce por la madurez psicológica del perro, a la complicidad y a la mejora del vínculo humano-perro.

En cuestiones de interacción social, dependerá en gran medida del trabajo realizado en etapas anteriores. Algunos perros pueden volverse más selectivos con otros perros o personas por esta cuestión.

El mayor problema de cambio conductual que podemos encontrarnos en esta etapa puede deberse a la tendencia natural del perro a la neofobia. Por cambios moderados o intensos en la estructura del grupo familiar o del entorno. Sobre todo, en los animales que durante las distintas fases del desarrollo tuvieron una deficiente exposición a los estímulos del medio externo, ya que la menos plasticidad de su sistema nervioso dificulta la readaptación a la nueva situación.

En resumen, durante esta etapa, si hemos contribuido a una buena educación base durante su etapa de cachorro y adolescencia disfrutaremos de un compañero de vida inigualable al que tenemos que seguir aportando un ejercicio regular y estimulación mental.

Conducta en la etapa senior

Al igual que ocurre con las personas, gracias a los avances científicos, cada vez más, los perros alcanzan edades más avanzadas. Esta situación merece una especial atención en los cambios de conducta en esta etapa de la vida.

La edad a partir de la cual un perro se considera senior varía según su tamaño y raza, pero en general, los perros suelen alcanzar esta etapa entre los 7 y los 10 años.

  • Perros pequeños (menos de 10 Kg): alrededor de los 10-12 años.
  • Perros medianos (10 – 25 Kg): alrededor de los 8-10 años.
  • Perros grandes (25 – 40 Kg): alrededor de los 7-8 años.
  • Perros gigantes (más de 40 Kg): alrededor de los 6-7 años.

A esta edad, debido a la degeneración natural de todos los órganos y tejidos del animal, hay que estar atentos a los cambios conductuales que puede ser indicativos de problemas médicos. Por ejemplo, la aparición de dolores crónicos por problemas articulares puede originar un aumento de la irritabilidad, y por tanto, una disminución del umbral para la agresividad. También, micciones inapropiadas en casa puede ser un indicativo de problemas de salud.

En esta etapa son difíciles la adaptación a los cambios de rutina. Tienden a no tolerar las intromisiones de su espacio personal, sobre todo de otros ejemplares jóvenes.

Es aconsejable en esta etapa mantener una rutina, adaptarse a su capacidad motora en las actividades, crear un entorno accesible y ser pacientes y comprensivos.

El desarrollo conductual de los perros es el resultado de una interacción constante entre su herencia genética, que conserva trazas de su pasado como cazadores sociales, y los desafíos del entorno en el que viven. Desde las etapas tempranas de socialización, que son críticas para su capacidad de convivir con humanos y otros animales, hasta los ajustes conductuales en su etapa adulta y su vejez, cada fase refleja una sofisticada adaptación a las circunstancias.

Desde una perspectiva etológica, comprender estas dinámicas nos permite interpretar no solo los comportamientos que observamos en los perros domésticos, sino también cómo estas conductas están profundamente arraigadas en su historia evolutiva. Reconocer estas bases es fundamental para respetar su naturaleza y satisfacer sus necesidades biológicas y emocionales.

En un mundo en constante cambio, los perros continúan demostrando su increíble plasticidad conductual, adaptándose tanto a los hogares urbanos como a las relaciones sociales complejas que forman con los humanos. Entender y respetar su desarrollo conductual no solo nos ayuda a convivir mejor con ellos, sino también a preservar su bienestar como una especie que sigue siendo, en esencia, un puente entre la naturaleza y la sociedad.

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